Metidos
en plena temporada de travesías, carreras y eventos en aguas abiertas hemos
querido dedicar este artículo a ayudar a todos los aventureros del mar a tomar
conciencia del riesgo que este tipo de actividad entraña. No pretendemos
alarmar a nadie ni tomar una actitud sensacionalista. Nuestro principal
objetivo es que todos aquellos aficionados a nadar travesías en aguas abiertas
puedan disfrutar de verdad de esta actividad que tan buenas sensaciones ofrece
a quienes lo practican y que por eso está ganando cada día nuevo adeptos en
todo el mundo. Y no cabe duda que una de las mejores maneras de poder disfrutar
de cualquier actividad es conociendo y aprendiendo más sobre ella.
En este
tipo de travesía normalmente se suelen nadar largas distancias, buscando forzar
los límites propios de cada uno. No es tan importante la velocidad, para la
mayoría de quienes lo practican, pero si “ver hasta donde puedo o soy capaz de
llegar”. Plantearse metas que están al límite o por encima de las posibilidades
de cada uno. Ese es el reto.
Uno de
los peligros que ofrece el nadar en aguas abiertas y que no ofrecen otras
pruebas de resistencia, es que los indicadores o señales que manda el cuerpo de
que está al límite son más difíciles de interpretar que en una carrera a pie o
en bicicleta. Los calambres musculares, vómitos, diarrea, visión de túnel, etc.
son síntomas que muchas veces se convierten en obstáculos a superar cuando un
deportista está forzando los límites de su resistencia. El agotamiento por
calor, hipotermia, hipoglucemia, etc., por su propia naturaleza afectan a la
conciencia, el juicio y la capacidad de procesar información, pudiendo llegar a
hacer negar al atleta su estado de deterioro. Este efecto se produce en
cualquier carrera de larga distancia, donde lidiar con todo este tipo de
síntomas es parte de la prueba.
Esta
pérdida de atención es mucho más pronunciada cuando la actividad se desarrolla
en el mar, río o laguna. En primer lugar el nadador no tiene la fuerza de gravedad
como aliado, sino como enemigo. Un corredor de bicicleta al perder la
conciencia caerá sobre una superficie dura que le harán saber que sus
habilidades motoras están fuera de control.
Nadando en el mar es mucho más difícil saber cuando
la visión se vuelve borrosa, el cuerpo baja de temperatura, la boca se seca
porque estamos sobrepasando nuestros límites, puesto que el entorno en que se
desarrolla lo impide o distorsiona.
Nadando
en aguas abiertas no importa la claridad del agua cuando un nadador se desmaya.
En una carrera de maratón si un corredor se desvanece es perfectamente visible
y seguro que alguien puede acudir a socorrerle rápidamente. En cambio en una
carrera en aguas abiertas el nadador puede desaparecer de la vista de cualquier
persona en pocos segundos. Pero lo peor de todo es que en seguida el nadador
empieza a respirar agua. El corredor o ciclista caerá sobre una superficie que
le permitirá seguir respirando y ser visto para poder recibir ayuda. Pero no
ocurre lo mismo nadando en el mar.
Así lo
primero que se debe comprobar a la hora de apuntarse a una prueba de este tipo
es que las medidas de seguridad son adecuadas. Que se cuenta con barcas de
apoyo suficientes y que la conciencia sobre la seguridad necesaria por parte de
la organización es la adecuada. Por otro lado, nunca realizar este tipo de
actividad en solitario es una recomendación que casi no haría falta decir. Una
buena forma física no es garantía de que nada vaya a suceder. Estar en buena
forma te ayudará a alcanzar tus metas, pero si surge algún imprevisto quizás tu
buena forma física no sea suficiente para resolver la situación.
Así que a disfrutar todos de las travesías este
verano. Y como decía al principio, una de las mejores formas de disfrutar es
estando bien informado. Esperamos que este artículo os ayude a ello.
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